LA VIDA NO DUERME

Mi vida es mía y del capitalismo.


Me declaro fan de los calcetines blancos y del yomismismo, de acostumbrarme a mi propia voz debajo del agua sin permiso para ahogarme, de los ojos tristes sin adulterar y de las malas intenciones de los billetes de 500; de las dificultades para buscarle el sentido a la palabra hogar y de los renglones torcidos que Dios no quiso enderezar  porque la rabia de unos pies descalzos viejos hicieron que me sentase a bailar con el tacto del suelo frío.


Recogiendo los desperdicios de los viajeros me senté a olvidar a quien circuncidó tu lengua de serpiente con oxitocina y me paré a sentir un escalofrío caliente provocado sin epidural por la parte cuerda de mi subconsciente, para intentar imitar al futuro que está detrás o al pasado que nos pasó rozando a ras de cielo cuando intentamos acumular unas cuantas horas más de vuelo sin saber aterrizar.


No te lo merezco, me lo mereces por que lo llevas dentro, pero curiosamente mi vida es mía y del consumismo, o mejor dicho, del analfabetismo bipolar de las estaciones de entretiempo. 
No le tengo miedo a las vacaciones de invierno, ni a las montañas al otro lado del río, ni al olor de tu apartamento, ni al impacto lateral de los rayos catódicos en mi cerebro digital, ni a ser dos seres de jamón y queso, ni a tener que utilizar  la sacarina para edulcorar el amargo de aquellos días de café con sal que endulzamos con nuestro aliento.


A pesar de la inevitable vuelta a la realidad virtual y a pesar de no poder frotar los ojos a los elefantes libres, no hagas del arrepentimiento una cura de humildad ni uses el agua sucia para limpiarte las cicatrices.
Deja para más tarde los días parecibles y las instrucciones a la defensiva y deja para más tarde las ganas de automedicarse y los libros de necesitar que alquilas para poder correr sin escapar.


Sigo pensando que la tercera es la mejor marcha para cruzar en rojo los semáforos,  que la vida no duerme y que las órdenes de alejamiento del Mundo real caducaron al olvidar en la cesta de la ropa los trapos sucios.
Sigo pensando que los días en blanco son algo literalmente real y que las carreteras secundarias son un buen aparcamiento para los aviones viejos, que la belleza de algunas palabras no se puede pronunciar y que nos hemos ganado el derecho a no saber escuchar si con eso podemos burlar la seguridad del centro de
internamiento, si con ello podemos concentrarnos en dibujar un hoyuelo en nuestras mejillas de metal hoy mereció la pena respirar


hoy mereció la pena no estar muertos.





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