LA VIDA QUE NO QUISIMOS VIVIR


Los libros que no leímos, los días que no vivimos, los atardeceres por la ventana y las películas antiguas que no quisimos ver. Las veces que no nos atrevimos, las horas mirando al techo, los cafés que se quedaron fríos y los descansos en los que decidíamos quien de los dos perdería el partido, las vidas que no vivimos y las sonrisas que no nos dimos porque se nos olvidó olvidar.


El tiempo en que no estuvimos vivos, los ecos sordos en medio del ruido, los abrigos que nos daban frío y las luces que no quisimos apagar. Las mañanas en la cama y las llamadas de emergencia a las que nunca respondimos, las voces sin pintalabios y los sudores fríos de hambre, los muelles del colchón que dejamos oxidarse y las cuerdas en el techo que llevaban nuestro nombre grabado con sangre.


Las ganas de matar en mis miradas y las ganas de mirar de tus palabras, la tristeza en la esperanza de tus manos que crujían cuando me abrazaban. La aversión del no querer que se transformaba en odio y el cariño de las miradas cruzadas en mitad de la noche. La ropa que no elegimos, los sitios que nunca vimos; las pastillas del suicidio que no comimos porque estábamos esperando a que caducaran un poco más.


Las alegrías que no quisimos por miedo a perder y todo lo que no vivimos por miedo a temer. Los besos que no nos dimos y las cosas que nos quedamos sin hacer. Las tardes que nos perdimos para que nadie nos encontrara y las noches que nos encontrábamos perdidos intentando encontrar el camino entre las sábanas que se convertían en montañas de papel quemado.


Las cartas que nunca abrimos o las veces que te soltaba la mano para poder sentir algo parecido a caer al vacío. Los domingos envueltos en tardes y las brisas suaves de las mañanas que nunca tocaron nuestra piel seca.  La lluvia que no nos mojó y los días que no disfrutamos. Las sorpresas rutinarias y los monstruos que se fueron del armario o las veces que no hizo falta quitar las piedras del camino para saber que se siente echando de menos a alguien que nunca has tenido.


Los paisajes que nunca vimos y los veranos que no tuvimos que elegir el color de las cortinas o la hierba que no hizo falta cortar. La importancia que no dimos a aquello que pudiendo hacer no hicimos, porque no queriamos perder el tiempo perdiendo el tiempo en pensar, sabiendo que el altruismo de los dias grises era un efecto secundario de la vida que habíamos decidido empezar por el final para que no doliese tanto


todo por quedarnos mirando fijamente, sin saber que el mundo se estaba acabando.







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