PENDIENTES DE UN HILO ATADO A UNA VIGA


                            PENDIENTES DE UN HILO ATADO A UNA VIGA
                      

Hay venas azules que no entienden de atardeceres y grietas en las manos que nunca han sentido el calor del sol, hay silencios eternos para los oídos que no quieren escuchar y ojos que nunca han llorado viendo sufrir a una madre, mentes que se entregaron al poder y  puños que  se abrieron porque
les faltó el oxígeno de los árboles que pretendían plantar, pero que ya estaban podrídos de tristeza.

Niños que juegan con pelotas de pinchos para no hacerse daño, norias que no suenan por diversion, libros que se queman para aprender mejor y curas que se quitan el cinturón para dárselo a las familias que más necesiten apretárselo porque para muchos el pan cada día está más duro que la peor pesadilla de los cerebros atrofiados que elegimos para ser dueños de nuestros latigazos voluntarios.

No existen los sueños si no hay algo con lo que compararlos y los gritos en el vacío no hacen eco porque nadie los escucha, por eso nuestra estupidez tiende a renovarse cada vez que ponemos la zancadilla a nuestro hermano para que nuestro ego se sienta superior o cada vez que miramos al cielo esperando que llueva para que se apague el fuego que nuestra ignorancia roció con gasolina.

Nada nos impide ser libres pero creemos que lo somos, necesitamos la puerta abierta para quedarnos en casa y miramos a la pantalla para ver el mundo que no queremos ver con nuestros propios ojos.
Lo queremos tener todo para darnos cuenta de que en realidad no tenemos nada o más bien no lo necesitamos y no queremos mirar atrás para no ser conscientes de la mentira que hemos decidido vivir.

Tenemos que pasar la noche solos para desear despertarnos junto a alguien que nos sonría, creemos creer que todo pasa por algo sin pensar que lo que pasa es la vida, sabemos que se cumplirán nuestros sueños porque solemos vivir en una pesadilla y no queremos pensar en el mañana para engañar al espejo mientras nos convencemos de que somos libres siendo presos de nuestra apatía.

Tal vez necesitamos cerrar los ojos para verlo todo mas claro, salir de nuestro autoconvencimiento para encontrar realmente lo que somos o tal vez lo único que nos queda es estar en silencio y esperar que todo acabe de la misma forma que empezó, con la mirada tranquila de un recién nacido en brazos, siendo conscientes de que no pudimos hacer nada más porque no lo intentamos.




 

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