CUANDO EL HOMBRE VENGA POR AQUÍ


Ha llegado un ángel negro montado en un caballo en llamas,
preguntando por el culpable de las 20 puñaladas
que mataron a nuestra madre pariendo en su habitación.

Ha venido a verme Dios, vestido de sangre y plomo
lamentando ser la excusa de los años en tensión
que pasamos al cobjio del infierno en la cabaña.

Ha querido romper el viento, la fuerza de éste desierto
y volar nuestras vestiduras en busca de una traición.

Ha podido ver la luz, que ya es sólo cuestión de tiempo
que rompan las ataduras del perro con su pastor,
del monje con su mentor, del caballo con la herradura,
del pobre con su tortura,  del ciego con su bastón.

Han tenido a bien cogernos y comer nuestra lengua cruda
los que saben que ya no hay tiempo para juicios de valor,
para dar explicación de porqué sin dejarnos duda
la rabia de éste momento, supera  al último aliento de gente sin compasión.


Hoy han venido a decirme:

Que los lamentos rezumarán desesperación,
que las almas grises marcarán las coordenadas de los días duros.
Que de las telas de araña tenderán nuestros cuerpos desmembrados
y que las carcajadas se volverán ácido en la boca de los necios.

Que las muertes lentas de los incautos serán objeto de fuerza mayor,
y que no habrá dosis mínima de aplausos en lata para la avaricia.
Que los que huyan descalzos no llegarán lejos aunque corran de rodillas
y que no habrá piedad por muchas balas que intenten disparar los pistoleros.

Porque las balas no serán suficientes para saciar la sed de venganza
de los estorninos muertos.

Los gritos no serán suficientes para compensar todo el dolor de una madre
que vió como su niño moría consumido por el fuego de unos cuantos billetes rosas.





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