CUARTO Y MITAD DE SOBRES DE MANZANILLA

Al calentamiento global se le han quedado los pies fríos. 
A los modales de los setenta le sobran ganas de molestar a plazos del 6%.
A las barreras de contención de las palabras de madrugada
le sobran los poemas para primera hora de la tarde.


Queda totalmente permitido hablar en el examen final de guardar silencio 
para que nos puedan marcar con el sello de "más de lo mismo"
ser la piedra diminuta de una viga de hormigón 
o ser el triste privilegio de poder sostener un edificio enfermo,
de ser un canto sin sonido, de soportar a los quejidos, de tener que dibujar sin lienzo.


Pero no.


Se reserva el derecho de admisión para el suicidio colectivo,
para las manchas de pasta de dientes,
para el café demasiado caliente de las películas por partes,
para poder medir el tiempo de verte en centímetros bisiestos,
para ser la excusa perfecta de los cinco minutos tarde, del no me esperes depierto.



Pasear tranquilo dentro de la la maraña de gente,
hacer hambre para probar la miel de abeja Maya infestada con larvas de avispa
o mezclar con aceite de motor la ilusión del primer día de colegio suena perfecto para tener el lujo 
de ser uno de tantos o el cojo del equipo de mancos de la planta de hipocresía.


Pudiendo ser que sí.


Cuarto y mitad de nubes con forma de corazón no son suficientes.
No sé si será  que el Mundo es demasiado feliz para mi gusto o que yo estoy demasiado gastado 
para seguir fingiendo el muy bien de las respuestas de producción en cadena y
de los te quiero que dejan restos de calor en las sábanas blancas.


Últimamente los puñetazos en el estómago me están haciendo ganar a los sacos de arena
y  me estoy empezando a empeñar en los tiros rozando el palo; pero no existen las sobras si eres un perro hambriento y no existen las cartas de presentación que impidan que tengas que esperar tu turno en la cola del matadero o en la casa del curandero de los sobres de manzanilla.


Nunca podrás dejarlo para más pronto.


No llegará la fecha de caducidad del bote en el que guardaste el bosque lleno de ardillas,
ni la casa en medio del campo sin paredes en el techo,
ni la cesta de mimbre negro de flores verdes oscuras
ni los lirios de aguja e hilo , ni las venas de corte serio,
ni siquiera llegará el final de las veces que tuvimos que darnos cinco minutos más,
para no tener que saber que se nos acababa el tiempo.












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