Hablemos de vómito.
Hablemos de las ganas de vomitar de las mañanas de
resaca psicológica.
De poderse tragar a
la conciencia que se esconde en los culos de las botellas de cerveza,
de cómo los nervios de las primeras citas a ciegas te
acaban quedando mudo,
de las adolescentes con voz de princesa que eructan mientras
te miran de reojo.
Hablemos de regurgitar palabras llenas de odio con el
estómago vacío,
de darle un repaso con multiusos a las mentes sucias,
de ponerle al revés las riendas a nuestro unicornio azul y trotar a cámara lenta,
de coger el primer avión de vuelta a las andadas, de cruzar nuestras miradas
de acabar con un cartel de veterano sentado en una silla de ruedas.
de acabar con un cartel de veterano sentado en una silla de ruedas.
Hablemos de los tropezones de la sopa de letras que nos
comimos para cenar,
de los contratos verbales que metimos al microondas para no
quedarnos fríos,
de los favores masticados a domicilio cuando pedimos un
poco de sal,
de las carreras por el pasillo, de los momentos en
soledad, de las películas para dormirnos que pensamos en descargar.
Hablemos de consecuencias perdidas, de los acordes en do mayor,
de los remedios caseros para la afonía que
vienen en la sección de opinión,
de los señores de corbata color mentira que nos riegan con
vinagre las úlceras sangrantes,
de los egoístas a plena luz del día o de las marionetas
que mueren de hambre por pensar que viven de vida por un instante.
Hablemos del reflujo
gástrico de los pozos negros que huelen a petróleo verde,
de las sonrisas de garrafón, de los teléfonos con una manzana envenenada
al dorso,
de los labios que nos hablan escupiendo tonterías con dardos de saliva blanca,
de los días de mierda porque sí , de los lapiceros
mordidos de asco,
de la esencia de nuestra vida metida en un frasco de chanel, de los
sauces llorones riéndose de tí.
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